Pasan los días y puedo ir entrenando según mi plan (mental). Las
sensaciones son buenas y me hacen ser optimista en cuanto a ser una pareja
digna. A esto se suman Iñaki (y su podio) y Manel (y su bajar de 1:45) y sueño
con hacer MMP (objetivo algo más realista).
En esta carrera los sedentarios seremos unos cuantos, y con suerte
tendremos La Camiseta (sí, con mayúscula). Unos en la de 10, otros en la de 21,
unos con dorsal y uno infiltrado.
Viernes 18. 8 de la mañana. Último entreno suave, trote de verdad (y
no trote de miércoles). Como se suele decir me cuesta Dios y ayuda. Unos 5 km
por encima de 5:30 y agotadores. ¿Por qué? Humedad, calor y humedad. Abandono
la faceta optimista y empiezo a dudar de mis opciones en cuanto a mejorar
tiempo. Miro la previsión del meteocat. Primero en Barcelona, y como no me
gusta miro en el Baix Llobregat, que me gusta lo mismo. El sábado las nubes se
pasean por el litoral, y no dejan nada. Ni una gota. Esto no refresca y la
humedad es pegajosa. Incluso han vuelto los mosquitos (os puedo enseñar mis
tobillos, acribillados mientras voy al primer partido de baloncesto de Nico).
Me cuesta decidir qué ponerme más que si tuviera que ir a una boda. No, no
tenemos La Camiseta. Seguramente vaya de corto.
Bueno, yo a la mía. Sigo el ritual a rajatabla (reconozcamos los
hechos: los runners somos friquis, solo tengo ritual en esta faceta de mi
vida). Arroz a mediodía y la pasta con salmón es ya un clásico para cenar desde
que Nilo la preparara antes de mi primera media.
Domingo 20. Diana, desayuno reglamentario y a escena. Nos vamos
encontrando... casi todos. Anna está aparcando. Jajaja.
No calentamos (no, 100 metros no es calentar). Aunque tampoco me
apetece demasiado.