Duermo unas siete horas, lo cual no está nada mal, pero con interrupciones. Fiel a mis pesadillas próximas a la realidad me despierto en sudor una primera vez tras darme cuenta de que estoy en el momento correcto pero en el lugar equivocado: Vitoria (ciudad que no conozco y que en la pesadilla tenía asombroso parecido con Granollers); y una segunda vez porque estaba en el lugar correcto pero momento equivocado: me había fallado la alarma y amanecía pasadas las 8:30, hora de la salida). Pues eso, cuando a la tercera me despierto y me quedo tranquila de que estoy donde tengo que estar, desayuno.
Dejo pasar algo de tiempo y por fin me preparo. Como vamos a tener un día de finales de primavera en lugar de finales de invierno (el termómetro marca 14ºC a las 7 de la mañana y no hay nubes) me pongo crema solar. No ha habido señal divina así que me toca escoger zapatillas: las más nuevas (ya tienen meses) aunque estén indicadas para temperaturas bajas y lluvia. Y por fin se descubre la gran incógnita: dejo la música en casa.